Es un error pensar que Blas de Lezo forjó su voluntad inquebrantable y capacidad de sacrificio a lo largo de su vida. Lo cierto es que ya era así desde el primer día. En 1704, con tan sólo quince años de edad, era un joven oficial que nunca había entrado en combate. El destino quiso que su primera batalla fuera la de Vélez-Málaga y que perdiera allí su pierna izquierda por el impacto de una bala de cañón.
El miembro quedó tan maltrecho que no hubo más remedio que amputarlo por debajo de la rodilla. El pobre muchacho sufrió un dolor atroz. Fue esta primera herida la que lo volvió tan osado y perseverante. Seguramente si hubiera gozado de buena salud en sus años mozos no habría sido tan buen marino.
Se da demasiada importancia a la defensa de Cartagena de Indias. Toda su vida fue interesante y merece ser contada. En 37 años de servicio tuvo tiempo para luchar en la guerra de sucesión, mantener a raya a los otomanos, limpiar los mares de piratas y someter a los ingleses la mayor humillación de su historia. Todo ello sin sufrir ni una sola derrota. Entre campaña y campaña todavía tuvo tiempo y ganas de casarse y formar una familia.
En mi película enseño toda su vida desde que era niño hasta que murió porque considero que si sólo incluyera sus principales batallas la película estaría incompleta. Además es necesario explicar un poco el contexto histórico para que se entienda mejor lo que hizo y por qué lo hizo.
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